Un tiempo, una experiencia, una mirada …diferentes.
Con este lema resonando interiormente iniciamos un recorrido de
ocho días en la Casa de Familia Nuestra Sra. Del Rosario, en Puig d´Olena. Los
objetivos estaban bien definidos: por una parte, vivir la experiencia de fe en
comunidad –hermanas y jóvenes-, por otra, colaborar en el centro con los
educadores en algunas de las actividades que ya tenían programadas con los
niños y niñas del centro y, acercarnos a la espiritualidad dominicana haciéndonos
eco de los 800 años de fundación de la Orden de Predicadores.
Los jóvenes que participaron de esta
experiencia fueron cinco procedentes de varios puntos de España y, los
acompañaron la H. Ana Mª Penadés –Delegada general de PJV- y las HH. Elena
González, Rosa Mª Picas y Gene Somoano delegadas de las provincias
en España. Iniciamos la andadura de estos días en Vic, junto a la tumba de San
Francisco Coll. Una oración que nos invitaba a ponernos en camino, a “tener un
sueño, el sueño de Dios”, a ser receptores positivos ante todo lo que vaya
surgiendo a nuestro alrededor durante estos días.
El ritmo de oración, trabajo y reflexión,
fue prácticamente igual durante todo este tiempo, variando algunos momentos en
los que los educadores precisaban de los jóvenes para acompañarles con los
niños en alguna actividad planificada desde la propia casa. La oración y el
encuentro como grupo de fe, era el primer momento del día. Momento de ahondar
en una realidad concreta, un espacio de compartir la fe para, desde este
encuentro con el Señor, iniciar la tarea del día que en ocasiones era ardua
tanto física como emocionalmente. Para finalizar el día, también nos poníamos
delante del Señor para agradecer todo lo vivido y, a la vez, compartir las
vivencias del día. Fueron momentos muy profundos y ricos.
Otro de los momentos importantes en este
encuentro fue la reflexión a partir de los cuatro pilares del Carisma
Dominicano. Desde el equipo de Delegadas se preparó con creatividad y
profundidad cada uno de los elementos constitutivos de nuestro ser familia con
una identidad propia: contemplación, vida comunitaria, estudio y predicación.
Para los jóvenes, compartir con los niños
y adolescentes de la casa ha sido una experiencia muy honda y profunda que dejó
huella. No son situaciones fáciles. Cada uno de los niños y niñas que allí
viven tienen una situación personal muy peculiar, dolorosa en muchas ocasiones,
lo que requería cierta disposición para enfrentar emociones o situaciones
conflictivas.
Un agradecimiento muy especial a las hermanas de
la comunidad que nos han acogido con tanto cariño y delicadeza, al director del
centro que nos ayudó a ir entrando en “esa tierra sagrada” por la que nos
moveríamos durante varios días, a los educadores y personal de servicio que con
sencillez y cariño hicieron posible que nos fuéramos acercando a cada realidad,
y ¡cómo no! De manera muy especial, a cada uno de los niños y niñas, a cada
rostro, a cada sonrisa, a ese pedacito de vida que ha entrado en nuestro corazón
y que siempre recordaremos. GRACIAS!!!